Gracias, Tita. 🐢💚

Hoy sucedió algo que quiero compartir, pero antes quiero contar una historia.

En el verano de 2003, poco después de que Fer y yo llegáramos a vivir al departamento en Villa Coapa, un domingo cualquiera fui al tianguis que se pone en la lateral de Periférico, cerca de la glorieta de Vaqueritos yendo de sur a norte. Además de llevar "el mandado" de costumbre, se me hizo fácil comprar tres pequeñas tortugas japonesas —de esas que vendían en los mercados y tianguis, aunque creo que ahora ya está prohibido—. En un puesto callejero compré el típico tortuguero de plástico de colores brillantes, con piedras seguramente tóxicas por la pintura, las famosas gotas de anticloro y azul para el agua, y ahí pusimos a las tres tortugas en el depa.

Eran nuestras primeras mascotas, la primera experiencia de cuidar una vida animal que tendríamos como pareja Fer y yo. Las llamamos Tito, Tita y Tieta. No sé por qué elegimos esos nombres, pero así sucedió. No pasó mucho tiempo y Tieta —que no era la más chiquita— fue la primera en irse. Simplemente un día estaba panza arriba y ya no nadaba. Había muerto. Pero Tito y Tita seguían ahí.

Recuerdo que luego fuimos a la tienda Maskota, aprendimos más, compramos una pecera más grande, con una roca más alta, plantas y algo más en forma. Y así, sin querer, esas tortugas de tianguis empezaron a durar más tiempo. Pasaron semanas, meses... y seguían vivas. Eso ya llamaba la atención, porque uno sabe que las tortugas de tianguis están destinadas a morir pronto por descuido o desdén de sus dueños.

Pasó aún más tiempo. Comenzaron a crecer. Con los años. Así como te lo digo: ¡años! De pronto, una de las tortugas se hacía más gordita que la otra. Pensamos que la que crecía más era macho y la más esbelta era hembra, pero un día aprendimos que no era así. La más pachona era hembra, y era Tita. La más esbelta era macho, y era Tito.

Ellos continuaron su vida de pareja sin ser pareja… hasta que se convirtieron en pareja. Así es, damas y caballeros. Un día encontramos el agua de la pecera particularmente turbia y vimos trozos de algo blanco flotando. Eran los restos de huevos que la propia Tita se había comido para protegerlos, por no tener el lugar adecuado para conservarlos. Seguimos aprendiendo. Incluso Tita volvió a quedar embarazada. Solo que enfermó, porque literalmente un huevo se le atoró y se empezó a calcificar. Era como si estuviera tapada. La llevamos al médico.

Y no te imaginas lo difícil que es encontrar especialistas en tortugas en la Ciudad de México, hasta que encontramos un hospital en Coyoacán especializado en especies silvestres. Y nada barato. Tita entró a cirugía. Le removieron los huevos. Estuvo internada, con suero y oxígeno.

Entonces decidimos separarlos, porque ese sueño de esperar su embarazo para cuidar los huevos era muy arriesgado. Era una pareja que vivía en casas diferentes. Solo se encontraban en sus caminatas al exterior.

Así pasó el tiempo hasta que, un día de 2011, Tito murió de tristeza. No lo podemos decir de otra manera. Tito vivió ocho años, en los que conoció a su hembra y con la que procreó. Tito ahora es una maceta, es tierra, y está en un jardín.

A partir de entonces Tita quedó sola. Me refiero a la soledad del mundo de las tortugas, pero nos acompañó desde entonces. Le dimos más cariño. La dejábamos pasar más tiempo dentro de casa, caminando libre. Le encantaba dormir en los rincones, y más si era con algo de mi ropa. Me imagino que el aroma le llamaba la atención.

Tita reconocía mi voz. No sé si era por la vibración o por qué, pero reconocía mi voz. Volteaba y caminaba cuando le llamaba.

Tita tuvo más accidentes. Una vez se cayó de las escaleras y se rompió el caparazón más suave de la panza. Sangró mucho y la tuvimos que llevar otra vez al médico. La curaron y la cuidamos. Seguía resistiendo. La pisamos más de una vez. Nos mordió más de una vez. Conoció a Duquesa, Moka, Chai, Zoe, Io y Lorenzo. Conoció a muchos de ustedes, a todos los que nos visitaron.

Las tortugas verdes de tianguis pueden vivir muchos años, más de los que imaginas, pero no viven para siempre. Hoy, 1 de mayo de 2025, Tita emprendió su última mudanza —porque vaya que aguantó mudanzas y viajes—. Hoy, Tita se fue a reencontrar con Tito y tal vez con Tieta.

Hoy, Tita ha dejado a esta familia con un hueco imposible de llenar. Fueron 22 años de silenciosa compañía y de un amor incondicional. Tita, la tortuga guerrera que resistió y luchó, hoy se ha ido por fin.

Gracias, Tita. 🐢💚

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